En primer lugar, por el hecho de que los tejidos cutáneos, con el tiempo, van a llegar a pesar alrededor de 3 kilos. Asimismo, hemos de tener en cuenta que la piel es la principal barrera protectora del cuerpo frente a las agresiones externas. Aparte de contribuir a la regulación de la temperatura corporal, ejerce de resistencia ante los golpes, el frío y el calor, los virus y las bacterias, etc.
Por otro lado, se dan dos circunstancias que, interconectadas, hacen más oportuna la asistencia del dermatólogo infantil. Por una parte, algunas de las enfermedades cutáneas, como la piel atópica o el acné, tienen una mayor incidencia en la infancia y adolescencia. Por otra parte, la inexperiencia de los pacientes pediátricos respecto al cuidado de la piel requiere consejos inmediatos para que sus problemas dérmicos no se exacerben.
Asimismo, la dermatología infantil se ha revelado como especialmente útil en el caso de los bebés. La sensibilidad de su piel es altísima, dado que todavía es virgen ante el contacto de numerosos agentes externos y tiende a la descamación. Se trata de una etapa en la que es preciso estar más pendientes que nunca de posibles infecciones e irritaciones, como la conocida como dermatitis del pañal, pero también de incidencias como la aparición de lunares y verrugas.
Por consiguiente, el primer objetivo del dermatólogo infantil pasa por llevar a cabo una observación directa de la piel del paciente pediátrico, lo que incluye pliegues y áreas ocultas a la vista, donde también pueden darse complicaciones.
Esta inspección visual resulta de especial interés para supervisar la presencia e indeseada evolución de los melanomas, que pueden originar, si cambian su morfología y color, en un cáncer de piel.
Hay otras especialidades médicas caracterizadas por requerir diagnósticos más sofisticados y costosos, dado que se centran en órganos que se encuentran al interior de nuestro cuerpo. La dermatología pediátrica, por su parte, no tiende a emplear tantas pruebas diagnósticas. La biopsia sería una excepción paradigmática. De la misma manera que no podemos descartar la utilización de la cirugía o del láser para extirpar o borrar problemas de salud o defectos estéticos.
Hechas las anteriores salvedades, conviene recalcar que los tratamientos que aconsejan los dermatólogos infantiles están orientados, en mayor medida, a seguir pautas de buenos hábitos que alivien e incluso curen, a medio plazo, las afecciones cutáneas.
Por un lado, se prescriben medicamentos que, en algunos supuestos, como el acné, pueden ser incluso de choque. Por otro lado, se proporcionan recomendaciones de higiene que, si se siguen con rigor, van a mitigar, en gran medida, síntomas como los picores o el escozor.
Por lo tanto, si se respetan las bases del tratamiento, las mejorías estéticas no van a tardar en llegar. Lo mismo podemos señalar respecto a la paulatina desaparición de los cuadros más agresivos.
La dermatología, cuando se aplica en menores, supone una aportación esencial para su calidad de vida. La remisión de los dolores en una superficie corporal tan amplia reduce el estrés de forma considerable, de la misma manera que se incrementa la autoestima cuando disminuyen las marcas en un área tan visual.
Por tanto, si detectas que tu hijo tiene problemas comunes en la piel como alergias, infecciones, quemaduras, lunares o manchas sospechosos u otro tipo de lesiones tanto generales como en áreas específicas, es recomendable acudir a una consulta de dermatología pediátrica.
Los dermatólogos pediátricos desempeñan su labor en diversos puntos y red de hospitales de niños, centros universitarios y consultorios privados en todo España.
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Como hemos visto, el objetivo de la dermatología pediátrica es prevenir, diagnosticar y tratar las patologías dermatológicas que pueden afectar a los niños. Además, en la consulta de dermatología pediátrica te podrán asesorar sobre los cuidados de la piel del recién nacido.
No dudes en acudir a tu pediatra de confianza para que derive a tu hijo, en caso de necesitarlo, a un especialista.
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